Como trabajo de cierre de la asignatura debíamos seleccionar una élite objeto de estudio, analizar sus características y complararlas con las de otras élites.
En este blog hemos optado por un análisis de las DIPUTADAS ESPAÑOLAS durante la LEGISLATURA 2004-2008, es decir, un análisis de nuestra élite parlamentaria desde una perspectiva de género, intentando desentrañar hasta dónde llega la tan manida paridad destacando sus logros y limitaciones.
LAS DIPUTADAS ESPAÑOLAS
(Análisis de la élite parlamentaria desde una perspectiva de género)
INTRODUCCIÓN
Históricamente las mujeres han estado marginadas entre las élites políticas de todo el mundo. Tras décadas de lucha feminista por fin se fueron logrando los primeros logros en materia de igualdad legal y política a comienzos del siglo XX. Sin embargo todavía quedaba mucho camino por recorrer en materia de oportunidades para que esa igualdad se hiciera efectiva.
Muchos pensaron que el tiempo traería por sí solo la paridad pero otr@s clamaban por el establecimiento de medidas políticas que la impulsaran. Éste último método ha sido el escogido en la mayoría de democracias occidentales con el establecimiento generalizado de cuotas femeninas más o menos ambiciosas, siendo España uno de los casos más destacables.
Como sabemos en los últimos años y especialmente durante la actual legislatura socialista la mujer y sus derechos están ocupando cada vez más espacio político, social y mediático. El hasta el presente conocido como Congreso de los Diputados a secas no ha escapado a esta tendencia: hoy las diputadas ocupan un tercio de los escaños, cuando en la anterior legislatura sólo eran una cuarta parte, y para los próximos comicios está legislada la paridad en las listas electorales.
A corriente de esta tendencia en el presente trabajo vamos a tratar de describir y analizar el perfil de las parlamentarias españolas así como comparar su situación actual con la pasada y con la de sus colegas masculinos.
ANÁLISIS COMPARATIVO
De los 1.798 españoles que en algún momento han sido diputados nacionales sólo 318 han sido mujeres. Hoy las cosas parecen haber cambiado y aunque pasarán décadas antes de que podamos reequilibrar el dato anterior sí se están dando pasos de gigantes en la consecución de la paridad en el presente.
Así en la actual legislatura hay un total de 126 diputadas de las cuales 76 pertenecen a las filas socialistas, 42 al Partido Popular y 8 al resto de formaciones. El PSOE habría aumentado su porcentaje de diputadas en más de un 11% con respecto a la legislatura anterior (habiendo ocupado éstas 30 de los 39 nuevos escaños) y el PP también su presencia femenina en un 3% a pesar de la pérdida de escaños.
PRESENCIA DE MUJERES EN EL CONGRESO DE LOS DIPUTADOS
(periodo legislativo 2004-2008):
Si echamos la vista aun más atrás considerando todas las legislaturas de nuestra presente democracia observamos una notable evolución, con el punto de inflexión de la legislatura 89-93. En esa 1988 PSOE y PCE empezaron a poner en funcionamiento las cuotas femeninas del 25% (ampliadas por los socialistas al 40% en el 96) y del mismo modo el PP ampliaría en los ejercicios posteriores el porcentaje de sus diputadas aunque sin establecer nunca cupos prefijados. Las exigencias feministas siempre han encontrado mayor acomodo en los partidos de izquierdas mientras que las derechas se han mostrado tradicionalmente reticentes a las medidas de discriminación positiva.
PRESENCIA DE HOMBRES Y MUJERES EN EL CONGRESO
(Evolución histórica)
Circulación y profesionalización (La tasa de permanencia femenina: la falsa paridad)
Profundizando en un análisis más exhaustivo podemos comprobar cómo el grado de permanencia de las diputadas en sus escaños es menor que la de sus colegas varones. Es decir, el liderazgo de estas mujeres de élite no llega a consolidarse en condiciones de igualdad. El promedio de permanencia de los diputados es de 8-10 años mientras que el de las diputadas se queda en 5,2 años. Y el 20% de los varones permanecen tres o más legislaturas en sus escaños por un 2,8% de mujeres.
Es más, una constante muy extendida es que ellas sólo permanezcan una legislatura y después sean sustituidas por otras. Es el caso del 60% de las diputadas por el 47 % de los diputados. Esta característica avala la tesis defendida por los más escépticos de que las mujeres políticas son seleccionadas para aportar imagen al partido, por lo que muchas veces son más jóvenes y se renuevan con mayor frecuencia para dar la impresión de que tienen más presencia en las filas partidistas. De hecho la mayoría de los independientes incorporados a las listas por los partidos son mujeres, de modo que son más fácilmente descartables al final de legislatura.
En esta tabla podemos ver la decreciente evolución de la permanencia de los diputadas. Curiosamente a la par que ha aumentado la presencia femenina en el Congreso ha disminuido su permanencia y por tanto la consolidación de su liderazgo. Consecuencia de esto es que las diputadas cuentan con menor experiencia que sus compañeros, con todo lo que eso supone de pérdida de facultades y de peso personal para alcanzar los grandes puestos ejecutivos. Sólo 3 diputadas, Ana Balletbó (PSOE), Carmen del Campo Casasús (PSOE) y Celia Villalobos (PP), han permanecido seis legislaturas en el Congreso (ninguna 7 o más).
Un dato a destacar en este sentido es la considerable diferencia en los grados de permanencia parlamentaria entre PSOE y PP. El porcentaje de diputadas que repiten una legislatura en el grupo popular es del 50%, 26% dos legislaturas y 7% tres o más. Por su parte el grupo socialista presenta porcentajes mucho menores, 30%, 18% y 5% respectivamente. En el caso de los diputados pasa un tanto de lo mismo. Estos datos pueden interpretarse como reflejo de la mayor tendencia al inmovilismo en la derecha o también como un ejemplo de la cortina de humo que suponen las políticas de cuotas, que se quedan en lo numérico sin atender a la desigualdad de fondo.
Formación y estudios.
En el apartado nivel de estudios no se observan diferencias sustanciales entre hombres y mujeres. La mayor parte de la élite parlamentaria son licenciados universitarios, si bien los porcentajes de estudios menores tienen más peso que en otras élites.
Donde sí podemos constatar ciertas divergencias es en el tipo de estudios. Al igual que entre los diputados, entre las diputadas también predominan los estudios de Derecho, sin embargo entre éstas son muy frecuentes los estudios de Filosofía y Letras, quizás como consecuencia de la herencia de un pasado donde las chicas tenían menor acceso a los estudios universitarios y dentro de éstos podían distinguirse carreras masculinas y femeninas. Además entre las profesiones la más común entre los diputados es la de abogado mientras que en el caso de las diputadas son funcionarias y profesoras universitarias.
Edad de las élites.
La estructura de edades de las mujeres parlamentarias tampoco presenta excesivas diferencias con sus compañeros. Predominan los tramos de edad avanzada como es habitual en la élite política, especialmente la que va de los 46 a los 55 años.
Sí que hay una nutrida incorporación de mujeres jóvenes provenientes de las cúpulas de las secciones juveniles de los partidos. Sin embargo el dato expuesto justo antes desmiente la hipótesis de la incorporación de mujeres preferentemente jóvenes para dar una imagen atractiva a los partidos. La incorporación tardía y poca permanencia explicarían el menor peso de la cohorte de 56-65 años entre las diputadas.
Como reflejo del escaso peso que tradicionalmente las mujeres han ocupado en los órganos ejecutivos de sus partidos podemos analizar la extracción de las diputadas según cohortes de edad. Así según pasamos de las cohortes de mayor a las de menor edad observamos un porcentaje creciente de diputadas extraídas directamente de las estructuras orgánicas de poder de los partidos. Puede que de continuarse esta tendencia en el futuro la tasa de permanencia de las diputadas en sus escaños, que tiende a corresponderse con su peso en el partido, se eleve hasta alcanzar los niveles de sus colegas masculinos.
Procedencia geográfica.
La procedencia geográfica es otro de los factores que se incluyen en el estudio de las élites. Como consecuencia de su naturaleza representativa la élite parlamentaria distribuye su procedencia de forma proporcional por todo el territorio nacional. No obstante al tener mayores dificultades para encabezar listas dado su menor peso en el interior de los partidos, las diputadas suelen provenir en mayor medida de circunscripciones grandes.
Lo que sí podemos constatar es la extracción abrumadoramente urbana de la élite parlamentaria en general y femenina en particular.
Orígenes sociales y situación socioeconómica.
En este blog hemos optado por un análisis de las DIPUTADAS ESPAÑOLAS durante la LEGISLATURA 2004-2008, es decir, un análisis de nuestra élite parlamentaria desde una perspectiva de género, intentando desentrañar hasta dónde llega la tan manida paridad destacando sus logros y limitaciones.
LAS DIPUTADAS ESPAÑOLAS
(Análisis de la élite parlamentaria desde una perspectiva de género)
INTRODUCCIÓN
Históricamente las mujeres han estado marginadas entre las élites políticas de todo el mundo. Tras décadas de lucha feminista por fin se fueron logrando los primeros logros en materia de igualdad legal y política a comienzos del siglo XX. Sin embargo todavía quedaba mucho camino por recorrer en materia de oportunidades para que esa igualdad se hiciera efectiva.
Muchos pensaron que el tiempo traería por sí solo la paridad pero otr@s clamaban por el establecimiento de medidas políticas que la impulsaran. Éste último método ha sido el escogido en la mayoría de democracias occidentales con el establecimiento generalizado de cuotas femeninas más o menos ambiciosas, siendo España uno de los casos más destacables.
Como sabemos en los últimos años y especialmente durante la actual legislatura socialista la mujer y sus derechos están ocupando cada vez más espacio político, social y mediático. El hasta el presente conocido como Congreso de los Diputados a secas no ha escapado a esta tendencia: hoy las diputadas ocupan un tercio de los escaños, cuando en la anterior legislatura sólo eran una cuarta parte, y para los próximos comicios está legislada la paridad en las listas electorales.
A corriente de esta tendencia en el presente trabajo vamos a tratar de describir y analizar el perfil de las parlamentarias españolas así como comparar su situación actual con la pasada y con la de sus colegas masculinos.
ANÁLISIS COMPARATIVO
De los 1.798 españoles que en algún momento han sido diputados nacionales sólo 318 han sido mujeres. Hoy las cosas parecen haber cambiado y aunque pasarán décadas antes de que podamos reequilibrar el dato anterior sí se están dando pasos de gigantes en la consecución de la paridad en el presente.
Así en la actual legislatura hay un total de 126 diputadas de las cuales 76 pertenecen a las filas socialistas, 42 al Partido Popular y 8 al resto de formaciones. El PSOE habría aumentado su porcentaje de diputadas en más de un 11% con respecto a la legislatura anterior (habiendo ocupado éstas 30 de los 39 nuevos escaños) y el PP también su presencia femenina en un 3% a pesar de la pérdida de escaños.
PRESENCIA DE MUJERES EN EL CONGRESO DE LOS DIPUTADOS
(periodo legislativo 2004-2008):
Si echamos la vista aun más atrás considerando todas las legislaturas de nuestra presente democracia observamos una notable evolución, con el punto de inflexión de la legislatura 89-93. En esa 1988 PSOE y PCE empezaron a poner en funcionamiento las cuotas femeninas del 25% (ampliadas por los socialistas al 40% en el 96) y del mismo modo el PP ampliaría en los ejercicios posteriores el porcentaje de sus diputadas aunque sin establecer nunca cupos prefijados. Las exigencias feministas siempre han encontrado mayor acomodo en los partidos de izquierdas mientras que las derechas se han mostrado tradicionalmente reticentes a las medidas de discriminación positiva.
PRESENCIA DE HOMBRES Y MUJERES EN EL CONGRESO
(Evolución histórica)
Circulación y profesionalización (La tasa de permanencia femenina: la falsa paridad)
Profundizando en un análisis más exhaustivo podemos comprobar cómo el grado de permanencia de las diputadas en sus escaños es menor que la de sus colegas varones. Es decir, el liderazgo de estas mujeres de élite no llega a consolidarse en condiciones de igualdad. El promedio de permanencia de los diputados es de 8-10 años mientras que el de las diputadas se queda en 5,2 años. Y el 20% de los varones permanecen tres o más legislaturas en sus escaños por un 2,8% de mujeres.
Es más, una constante muy extendida es que ellas sólo permanezcan una legislatura y después sean sustituidas por otras. Es el caso del 60% de las diputadas por el 47 % de los diputados. Esta característica avala la tesis defendida por los más escépticos de que las mujeres políticas son seleccionadas para aportar imagen al partido, por lo que muchas veces son más jóvenes y se renuevan con mayor frecuencia para dar la impresión de que tienen más presencia en las filas partidistas. De hecho la mayoría de los independientes incorporados a las listas por los partidos son mujeres, de modo que son más fácilmente descartables al final de legislatura.
En esta tabla podemos ver la decreciente evolución de la permanencia de los diputadas. Curiosamente a la par que ha aumentado la presencia femenina en el Congreso ha disminuido su permanencia y por tanto la consolidación de su liderazgo. Consecuencia de esto es que las diputadas cuentan con menor experiencia que sus compañeros, con todo lo que eso supone de pérdida de facultades y de peso personal para alcanzar los grandes puestos ejecutivos. Sólo 3 diputadas, Ana Balletbó (PSOE), Carmen del Campo Casasús (PSOE) y Celia Villalobos (PP), han permanecido seis legislaturas en el Congreso (ninguna 7 o más).
Un dato a destacar en este sentido es la considerable diferencia en los grados de permanencia parlamentaria entre PSOE y PP. El porcentaje de diputadas que repiten una legislatura en el grupo popular es del 50%, 26% dos legislaturas y 7% tres o más. Por su parte el grupo socialista presenta porcentajes mucho menores, 30%, 18% y 5% respectivamente. En el caso de los diputados pasa un tanto de lo mismo. Estos datos pueden interpretarse como reflejo de la mayor tendencia al inmovilismo en la derecha o también como un ejemplo de la cortina de humo que suponen las políticas de cuotas, que se quedan en lo numérico sin atender a la desigualdad de fondo.
Formación y estudios.
En el apartado nivel de estudios no se observan diferencias sustanciales entre hombres y mujeres. La mayor parte de la élite parlamentaria son licenciados universitarios, si bien los porcentajes de estudios menores tienen más peso que en otras élites.
Donde sí podemos constatar ciertas divergencias es en el tipo de estudios. Al igual que entre los diputados, entre las diputadas también predominan los estudios de Derecho, sin embargo entre éstas son muy frecuentes los estudios de Filosofía y Letras, quizás como consecuencia de la herencia de un pasado donde las chicas tenían menor acceso a los estudios universitarios y dentro de éstos podían distinguirse carreras masculinas y femeninas. Además entre las profesiones la más común entre los diputados es la de abogado mientras que en el caso de las diputadas son funcionarias y profesoras universitarias.
Edad de las élites.
La estructura de edades de las mujeres parlamentarias tampoco presenta excesivas diferencias con sus compañeros. Predominan los tramos de edad avanzada como es habitual en la élite política, especialmente la que va de los 46 a los 55 años.
Sí que hay una nutrida incorporación de mujeres jóvenes provenientes de las cúpulas de las secciones juveniles de los partidos. Sin embargo el dato expuesto justo antes desmiente la hipótesis de la incorporación de mujeres preferentemente jóvenes para dar una imagen atractiva a los partidos. La incorporación tardía y poca permanencia explicarían el menor peso de la cohorte de 56-65 años entre las diputadas.
Como reflejo del escaso peso que tradicionalmente las mujeres han ocupado en los órganos ejecutivos de sus partidos podemos analizar la extracción de las diputadas según cohortes de edad. Así según pasamos de las cohortes de mayor a las de menor edad observamos un porcentaje creciente de diputadas extraídas directamente de las estructuras orgánicas de poder de los partidos. Puede que de continuarse esta tendencia en el futuro la tasa de permanencia de las diputadas en sus escaños, que tiende a corresponderse con su peso en el partido, se eleve hasta alcanzar los niveles de sus colegas masculinos.
Procedencia geográfica.
La procedencia geográfica es otro de los factores que se incluyen en el estudio de las élites. Como consecuencia de su naturaleza representativa la élite parlamentaria distribuye su procedencia de forma proporcional por todo el territorio nacional. No obstante al tener mayores dificultades para encabezar listas dado su menor peso en el interior de los partidos, las diputadas suelen provenir en mayor medida de circunscripciones grandes.
Lo que sí podemos constatar es la extracción abrumadoramente urbana de la élite parlamentaria en general y femenina en particular.
Orígenes sociales y situación socioeconómica.
La situación socio-económica y orígenes sociales de las diputadas también se corresponde con la de sus colegas masculinos. Provienen en su mayor parte de familias acomodadas de clase media-alta y una vez en sus puestos cobran en torno a 5.000 euros, sueldo por cierto bastante inferior al de muchos profesionales del sector privado con formación semejante. Suponemos que en tan altas esferas del poder del Estado no encontraremos casos de discriminación salarial por razón de sexo.
Por último la situación familiar es otro de los puntos donde se pone de manifiesto la disparidad de obstáculos para ejercer la carrera política según sexos.
Aunque no aportamos datos estadísticos sí parece que las diputadas tiene porcentajes mayores de soltería, separación y divorcio. Paralelamente también es superior el porcentaje de diputadas con ninguno o pocos hijos. Quizás la recientemente creada guardería del Congreso ayude a paliar esta dificultad añadida, así como es de prever que las tasas de soltería y divorcio se igualen al alza en el futuro.
CONCLUSIONES
A lo largo de este trabajo hemos expuesto datos y tablas que muestran la situación de la mujer entre la élite parlamentaria española. El retrato robot de la diputada española sería: casada, 48 años, licenciada en Derecho, que previamente habría desempeñado un cargo representativo o ejecutivo.
Todo indica que su presencia ha ganado un enorme peso desde la instauración de la democracia. De un 6% (20) de mujeres en 1979 hemos pasado al 36% (126) en 2004.
Sin embargo el dato que más llama la atención es la menor permanencia en el cargo de las diputadas. Parece funcionar un sutil mecanismo de renovación por la vía de las mujeres que mantiene intacto el cupo al tiempo que impide la consolidación del poder femenino y garantiza el puesto de la nomenclatura masculina. Para ello incorporan mujeres profesionales o independientes que supongan menores problemas de sustitución.
En el fondo de esta situación se encuentra el menor poder orgánico de las mujeres dentro de sus partidos. Las Cámaras reproducen los mismo hábitos de permanencia que se dan en el interior de los partidos, esto es, mujeres con menor nivel de consolidación y por tanto menor poder orgánico. De este modo las designaciones para candidatos parlamentarios se hacen desde unos órganos partidistas predominantemente masculinos. Otro mecanismo para minimizar la presencia de mujeres salvando el sistema de cuotas electorales es colocándolas al final de las listas sin posibilidades de salir elegidas. Para evitarlo está el sistema de listas abiertas o también el sistema cremallera que alterna hombres y mujeres en las listas.
En definitiva, una reivindicación crucial para los colectivos feministas es que la paridad se ejerza desde las propias mujeres, siendo éstas las que seleccionen también a los candidatos y candidatas y así evitar que éstas se conviertan en mero apéndice del macho líder. Como hemos señalado en el análisis comparativo cada vez más mujeres de la élite parlamentaria provienen de ocupar con anterioridad cargos importantes en el partido. Por ejemplo desde 1996 el PSOE cuenta con cuotas paritarias (entre el 40 y el 60%) en sus órganos ejecutivos.
Una última queja recurrente es que una vez que las mujeres alcanzan puestos directivos se las encomienda a departamentos determinados que reproducirían la imagen familista y cuidadora de la mujer (departamentos de la mujer, de servicios sociales, de educación, de medio ambiente...) cuya importancia es bastante menos sustanciales que la de otros. En este sentido el nombramiento de Maria Teresa Fernández de la Vega como Vice-Presidenta del Gobierno ha supuesto un salto importante.
En resumen, el gran crecimiento de la representación femenina en la élite política se ve deslucido por su baja consolidación y permanencia. Por otra parte las políticas de impulso de la paridad en la élite política se ven contradecidas por una diferencia real de género a nivel de calle en cultura y participación política. Ante esta situación muchas mujeres de éxito se han desmarcado de la filosofía de cuotas defendiendo que cada una ha de ganarse las cosas por sí misma a lo que las feministas responden aduciendo que su éxito no habría sido posible si antes otras mujeres no hubieran luchado por sus derechos colectivos.
Por último la situación familiar es otro de los puntos donde se pone de manifiesto la disparidad de obstáculos para ejercer la carrera política según sexos.
Aunque no aportamos datos estadísticos sí parece que las diputadas tiene porcentajes mayores de soltería, separación y divorcio. Paralelamente también es superior el porcentaje de diputadas con ninguno o pocos hijos. Quizás la recientemente creada guardería del Congreso ayude a paliar esta dificultad añadida, así como es de prever que las tasas de soltería y divorcio se igualen al alza en el futuro.
CONCLUSIONES
A lo largo de este trabajo hemos expuesto datos y tablas que muestran la situación de la mujer entre la élite parlamentaria española. El retrato robot de la diputada española sería: casada, 48 años, licenciada en Derecho, que previamente habría desempeñado un cargo representativo o ejecutivo.
Todo indica que su presencia ha ganado un enorme peso desde la instauración de la democracia. De un 6% (20) de mujeres en 1979 hemos pasado al 36% (126) en 2004.
Sin embargo el dato que más llama la atención es la menor permanencia en el cargo de las diputadas. Parece funcionar un sutil mecanismo de renovación por la vía de las mujeres que mantiene intacto el cupo al tiempo que impide la consolidación del poder femenino y garantiza el puesto de la nomenclatura masculina. Para ello incorporan mujeres profesionales o independientes que supongan menores problemas de sustitución.
En el fondo de esta situación se encuentra el menor poder orgánico de las mujeres dentro de sus partidos. Las Cámaras reproducen los mismo hábitos de permanencia que se dan en el interior de los partidos, esto es, mujeres con menor nivel de consolidación y por tanto menor poder orgánico. De este modo las designaciones para candidatos parlamentarios se hacen desde unos órganos partidistas predominantemente masculinos. Otro mecanismo para minimizar la presencia de mujeres salvando el sistema de cuotas electorales es colocándolas al final de las listas sin posibilidades de salir elegidas. Para evitarlo está el sistema de listas abiertas o también el sistema cremallera que alterna hombres y mujeres en las listas.
En definitiva, una reivindicación crucial para los colectivos feministas es que la paridad se ejerza desde las propias mujeres, siendo éstas las que seleccionen también a los candidatos y candidatas y así evitar que éstas se conviertan en mero apéndice del macho líder. Como hemos señalado en el análisis comparativo cada vez más mujeres de la élite parlamentaria provienen de ocupar con anterioridad cargos importantes en el partido. Por ejemplo desde 1996 el PSOE cuenta con cuotas paritarias (entre el 40 y el 60%) en sus órganos ejecutivos.
Una última queja recurrente es que una vez que las mujeres alcanzan puestos directivos se las encomienda a departamentos determinados que reproducirían la imagen familista y cuidadora de la mujer (departamentos de la mujer, de servicios sociales, de educación, de medio ambiente...) cuya importancia es bastante menos sustanciales que la de otros. En este sentido el nombramiento de Maria Teresa Fernández de la Vega como Vice-Presidenta del Gobierno ha supuesto un salto importante.
En resumen, el gran crecimiento de la representación femenina en la élite política se ve deslucido por su baja consolidación y permanencia. Por otra parte las políticas de impulso de la paridad en la élite política se ven contradecidas por una diferencia real de género a nivel de calle en cultura y participación política. Ante esta situación muchas mujeres de éxito se han desmarcado de la filosofía de cuotas defendiendo que cada una ha de ganarse las cosas por sí misma a lo que las feministas responden aduciendo que su éxito no habría sido posible si antes otras mujeres no hubieran luchado por sus derechos colectivos.